«La leyenda de Fausto fue la base para que Goethe llevara a cabo la creación de su obra dramática (10) que tiene como título el apellido del mago. Sin embargo, el alemán no es el único en haber usado esta leyenda, pues aparte de Marlowe también Lenau, Heine, Peer Gynt, Louis Pauwels y Thomas Mann han manifestado su interés por este mítico personaje. Goethe explica que tomó la leyenda no para plasmarla a manera de crónica o testimonio. La función es hacer una obra en la cual se mezcle el aspecto real, biográfico del ocultista con la poesía, es decir, conferirle al texto un grado de esteticismo, de hacerlo ubérrimo en el campo literario sin dejar de lado el aspecto mítico-mágico.

Goethe reconoce que para esta empresa es necesario seguir el concepto de mímesis aristotélico. La mímesis consiste en el proceso por el cual el artista plasma en la obra un modelo similar de la realidad. Es una imitación, ya que es ésta quien recoge, organiza y crea una imagen de la realidad, que será luego reconocida y reconstruida por el receptor. Compara la conexión entre ambas realidades, entre la textual y la fáctica y es así como reconocerá el artificio literario (11). Sin embargo, la mímesis aristotélica supone también en el artista cierta individualidad. La mímesis no es completamente reproductiva, desde luego, para que sea una pieza artística, se necesita de la originalidad creativa del autor. Este aspecto está encerrado en el concepto de poiesis.

Sin embargo, esta metodología reproductiva no explica con exactitud la manera en que Goethe reconstruye la figura de Fausto dentro de la realidad textual. Obviamente el autor cumple lo postulado por Aristóteles, produce un modelo imitativo del mago y le agrega elementos y situaciones, diálogos y secuencias para realzar la historia y otorgarle el grado de texto literario. Pero resulta todavía insuficiente, para dar una mejor explicación a este hecho, me sirvo de la teoría de la refracción bajtiniana. En ella nos señala que:

 

La literatura forma parte del entorno ideológico de la realidad como su parte autónoma, en forma de obras verbales organizadas de un modo determinado, con una estructura específica, propia tan sólo de estas obras. Esta estructura, igual que cualquier estructura ideológica, refracta la existencia socioeconómica en su proceso generativo, y lo refracta muy a su modo. Pero al mismo tiempo, la literatura en su ‘contenido’ refleja y refracta los reflejos y refracciones de otras esferas ideológicas (ética, cognición, doctrinas políticas, religión, etc.), es decir, la literatura refleja en su ‘contenido’ la totalidad del horizonte ideológico, del cual ella es una parte (12).

 

 

Es decir, la literatura toma como tema las distintas ideologías que existen en la realidad, precisamente en el horizonte ideológico. Este horizonte es la conciencia social, formada por ideologías, ya sean éstas artísticas, políticas, sociales, etc.. La literatura se forja en la conciencia del hombre, en el interior del artista. Será él quien recoja las ideologías que le sean pertinentes y útiles y las plasma en el texto literario. Las ideologías son tomadas en su proceso generativo, en el momento en que se están formando, ya que si están en estado completivo, el autor nos referiría una crónica o testimonio periodístico. Estas ideologías se funden con la capacidad productiva y creativa del autor y dan vida al objeto literario. Una vez completado este proceso, el texto retorna al horizonte ideológico, ésta es la refracción de la realidad a la que se refiere Bajtín. Pero el retorno no es un reflejo de la realidad, es decir, el texto no es un espejo, ya que la obra literaria presenta una versión de la realidad, una visión particular entre las muchas que se encuentran en la esfera de lo ideológico.»

 

(Extraído de EL FAUSTO DE GOETHE: LA REFRACCIÓN DE UN MITO por REINHARD HUAMÁN MORI —–> leerlo entero)

Y también se puede leer Fausto, propiamente