El acto de leer requiere el concurso de la luz física, pero también comporta una cierta iluminación interior, la del significado del texto y la dilucidación de su intención profunda. Una doble asonancia de luces, la que entra por la ventana, iluminando la figura y su entorno, y la que proyecta el texto, que resplandece en el rostro del ensimismado del lector.
Retratro de Jan Six leyendo a Contraluz (Rembrand, 1647)
———-> Leído en el blog de Manuel Cerezo
Deja un comentario
Comments feed for this article