Ayer murió Marcial Blanco. Si algo puedo decir de él – y le conocía bien-, es que era un escritor frustrado. Aún más exactamente era un no escritor. Marcial tenía una creencia mítica en la escritura, en el poder taumatúrgico de las historias contadas. También en los efectos que sobre las cosas y las personas podían inducir las palabras. Se le ocurrían muchas historias, decía él. Tenía cantidad de pensamientos que pugnaban en su mente, más o menos enmarañados. Le hubiera gustado comunicarlos. Pero no se atrevió nunca a escribirlos porque temía mucho que si deshacía la madeja en que los tenía sujetos, los ordenaba y los situaba sobre el papel, si los enunciaba, todos sus temores interiores se cumplirían. Así que nunca escribió ni una sola palabra. Sin embargo, hoy ya sé que no tenía razón. Si la hubiera tenido, Marcial Blanco no se hubiera muerto tan joven. En realidad, no se hubiera muerto nunca.
Contextualizaciones:
– Georgius Sabellicus Faustus Junior
– Frankenstein o el moderno Prometeo
– No hablar de lo que pasa en el mundo me parece indecente
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