Del mar me gusta la azotea.
Soleada y al viento, reclamo su horizonte
como mío: en días transparentes
descubro la otra orilla, de donde viene el sol
entre sábanas portado, juguetón como un dios que me busca:
el sol, mano que pinta sobre el mar marineros
y pájaros-gaviota hasta llegar a puerto. Habrá mercado
luego, me prometo.
Siempre demoro el tiempo de tender
la colada, mientras traigo a mis labios canciones
y argumentos por bocas de mujeres
que nunca conocí. Anclada
estoy al ancho caudal de costa a costa.
Dejo que el viento
entienda mis razones, que pruebe
su poder contra mi cuerpo. No opongo nada.
Hay un mar de rumores,
claros como las nubes de días transparentes
en el Mediterráneo,
que habita la azotea
y la música
y todas las palabras que conozco.
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