A veces me pregunto cómo es esta mujer de la que hablas

y a la que ciñes alas en los pies y en las manos

la rienda de los vientos, el olor de la tierra en sus cabellos, el beso

azul del mar o el firmamento entre sus senos.

Pregunto por su nombre, su estatura,

la huella de sus pasos y la piel  que desliza su sombra cuando calla.

La veo entrecogida y abrumada por tanto amor que le brota en los ojos,

rota su condición de persona o de nadie,

elevada sobre la noche blanca y alabada por tu voz que la esculpe,

la recrea, me la devuelve otra, más hermosa,

más alta, mejorada sin duda,

hecha amor que se alza y que transciende cada esquivo minuto

en su pequeño afán.

A esta mujer, que te ama,  pregunto, sin saber si me oye,

cuál es su condición de amada,

qué mérito adquirió, cuál fue su gracia y en figura

de quién trazó el embrujo.

Pero,  yo, que te amo más que ella te ama,

no sé dónde encontrarla y preguntarle qué he de hacer o decir

para que tú me ames como a ella la amas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marilyn Monroe, Andy Warhol, 1967

 

 

 

(Inevitable:

 

 

 

* aunque no sea la paz

 

 

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